domingo, 3 de diciembre de 2023

Breve descripción de mi persona.

¿Quién soy? 

Es una pregunta sumamente simple y fácil de responder para cualquier persona. Sin embargo, debo confesar que llevo más de dos semanas intentando encontrar una respuesta a esta dichosa pregunta. Paso veinticuatro horas al día conmigo, llevo desde que nací viendo en primera persona cada paso que doy y he vivido momentos que no he compartido con nadie. Sé quien soy, ¿verdad?. Durante todo este tiempo, mientras más me sentía atenazado tratando de encontrar una solución al que ya consideraba mi 'maldito problema', he descubierto que esta pregunta es de las más difíciles que podemos hacernos. Yo creía que había una serie de adjetivos capaces de definirnos, con los que ponernos una serie de limites dentro de los que me movería y haría que me diferenciara de los demás, o por el contrario, con los que nos sintiéramos más identificados. Sin embargo, no es del todo así como comprobaría a la hora de escribir esta entrada. Creo que no podemos contar quienes somos obviando nuestro pasado y ni mucho menos, buscando una serie de palabras que nos definan por completo. De esta forma, voy por fin a dar respuesta a aquella pregunta que llevo haciéndome ya más días de los que me gustaría: ¿Quién soy realmente?

Me llamo Pedro, aunque algunos amigos me llaman Peter. Mido un metro y ochenta centímetros y peso ochenta y cinco kilos (a veces un poco más dependiendo de mi fuerza de voluntad). Tengo un lunar en el ojo izquierdo, me salió barba a los 13 años y tengo el pelo cabelludo bastante oscuro. Nací en el siglo pasado cuando ya se estaba acabando y vivo en algún rincón del Océano Atlántico. Aún resido en la misma casa en la que nací. Tengo dos mascotas, mi pájaro ''Tornillo'' y mi tortuga ''Nessi''. Soy marino de profesión y pienso que tengo mucha suerte de haber nacido con una vocación de pequeño

Algo con lo que no nací fue el azúcar y de tanto pincharme de chiquito, tengo una pequeña parte en mi cabeza en la que no me crece pelo. Añadido a esto, tuve intolerancia al huevo y a la leche hasta que llegué a la adolescencia. Fue de niño donde surgió mi amor por el mar, al cual se lo debo a mis abuelos. Crecí con ellos cerca del mar, entre caracolas y pececillos de distintos colores. Cuando era un niño de no más de 2 años, lloraba sin parar cuando me sacaban del agua y decían que me cambiaba la cara nada más veía el color azul del océano. El olor del mar era mi fragancia favorita y su esencia sería la que me marcaría de por vida. Fue en la casa de la playa donde pasé muchos de los mejores días de mi vida. Hubo tardes inolvidables con mi familia y con los amigos que conocí jugando a la pelota en un descampado cerca de la casa. Cada tarde íbamos también a echar de comer a los gatos que teníamos. Llegamos a tener cerca de 30. Yo me crie con ellos y creo que siempre hubo un entendimiento entre nosotros, permitiéndome demostrarles cariño y afectos, los cuales eran devueltos a través de ronroneos, caricias y cálidos maullidos. Como dato curioso, una tarde le saqué una foto a mi gata posando cerca del mar y con esa foto gané un concurso de fotografía a nivel europeo. Tristemente, hoy en día ya no tenemos ni gatos ni tampoco la casa. Aunque fue una decisión que teníamos que tomar, es duro pensar que muchos recuerdos y momentos se quedarán encerrados con llave tras las puertas de aquella casa que me vio reír, llorar y crecer. 

De pequeño me relacioné con chicos de mi edad aunque nunca he sido una persona extremadamente sociable y aficionada a las fiestas y los entornos llenos de gente. Soy más bien introvertido. Me gusta la tranquilidad y la vida sencilla. A menudo, siento que me cuesta encajar en este mundo acelerado y lleno de estímulos. Es por eso que uno de mis lugares favoritos es mi yo interior. Con los años he llegado a aceptarme tal y como soy y mi espacio interior se ha convertido en ese entorno donde puedo ser yo completamente, donde no me siento juzgado. Sin embargo, no quiero aislarme en este mundo. ya que mi mayor miedo es quedarme solo en esta vida. De esta forma, suelo buscar personas que les guste observar el mundo y se hagan preguntas. Asimismo, envidio a aquellos que saben mucho sobre un tema y son capaces de explicarlo con convicción y seguridad. También paso mucho tiempo soñando. Veo la vida como cientos de posibilidades y me ilusiona pensar en todo lo que está aún por ocurrir. Miro al pasado con sentimiento y al futuro con emoción, aunque intento estar lo máximo posible en el presente. En ocasiones, aún me siento un niño en este mundo tan grande y que cambia tan deprisa. He tenido que crecer y madurar antes de tiempo, ponerme unos zapatos que no me servían pero que me harían llegar a donde quería.

Son esos mismos zapatos los que me han llevado a donde estoy hoy. A lo largo del camino, he conocido a mucha gente y hoy en día, solo una pequeña parte sigue conmigo. Hubo un tiempo en mi vida en que llegué a valorar más el lado intelectual de las personas que su lado más humano y ahora mismo, es justamente lo contrario. Creo en las personas y en lo que podemos llegar a hacer juntos, aunque últimamente he perdido un poco de la esperanza que tengo en los seres humanos. Me gusta sonreír y ser cercano con la gente que conozco. Soy defensor de la risa como antídoto para los males de la vida. A veces soy un poco idiota. Me gusta cantar y me da mucha vergüenza bailar en frente de otras personas. Me encanta pasármelo bien, aunque esto no siempre significa hacerlo de la misma manera que los demás. Paso mucho tiempo leyendo y jugando a videojuegos. Creo que al pasar tanto tiempo en mundos de fantasía y con personajes que solo existen detrás de una pantalla o a través de las páginas de un libro, suelo pensar mucho en esas historias fantásticas antes de irme a dormir. En cualquier historia, lo que más valoro es el final. Sin un buen cierre, la historia no es buena del todo para mí. A pesar de ser una persona hogareña, he viajado mucho por mi trabajo y por circunstancias de la vida. He descubierto que me gustan mucho los lugares tranquilos, poco visitados y que puedan sorprenderme, más que los típicos destinos ya vistos miles de veces en fotos o en vídeos. Antes de morirme, quiero hacer la ruta 66 de Estados Unidos. Otro de mis sueños en esta vida es formar mi propia familia, tener mi propia casa y levantarme feliz por las mañanas. De pequeño quería ser el mejor en lo que me dedicase pero hoy, simplemente quiero ser feliz. 

Una de las cosas que más feliz me hacen es que las personas de mi alrededor me envíen un 'Hola, ¿Qué tal te va?''. Creo que uno de mis mayores defectos (sí, defecto) es que soy muy empático y suelo dedicarme completamente a una persona si veo que lo está pasando mal. También soy muy testarudo debido a que tengo unas convicciones muy férreas que me cuesta cambiar. Diría que no suelo decir que sí a nada que no haya meditado previamente o que vea con buenos ojos. Cuando una persona me ha hecho daño emocional o ha roto mi confianza con ella, me cuesta mucho dar una segunda oportunidad. No soy una persona rencorosa pero sí muy afectiva, siento mucho lo que hago y lo que me hacen, por ello, me cuesta volver a confiar en los demás. A pesar de todo esto, he aprendido a perdonar. No tengo filtro. Soy sincero y no sé mentir. Soy muy directo hablando y eso suele molestar a las personas. Aún así, suelo detestar tener que enfadarme o pelearme con alguien. Si tengo que hacerlo, suelo ponerme muy nervioso, me tiemblan las manos y suelo tener ganas de llorar. Antes de hacer cualquier cosa meramente importante para mí, suelo estar muy nervioso y ansioso. Sin embargo, cuando ya estoy en el meollo de la cuestión, confío en mí al 200%. No me gusta el alcohol aunque a veces me tomo alguna cerveza con amigos. Detesto el olor al tabaco. Mi mayor debilidad son las cosquillas, tengo muchas. Otra gran debilidad que tengo es la comida, aunque mi relación con ella siempre ha sido sana. Disfruto mucho comiendo y por suerte, nunca he tenido obesidad ni problemas de colesterol. Como se puede ver, quiero que mi vida sea sencilla pero en la que, ante todo, sea feliz y actúe con bondad hacia los demás. 

Así que diría que eso me definiría como persona, ¿no?. Esta, de todas formas, es la versión breve, aún quedaría la extensa que da para largo. Es que al final las personas somos como pequeños mundos en miniatura y es realmente difícil llegar a describir todo lo que nos hace ser nosotros mismos. La realidad, sin embargo, es que no me gusta definirme porque pienso que eso significa limitar tu forma de ser y tus posibilidades de cambiar y crecer. De esta manera y llegados a este punto, puedo decir que todo lo ya dicho es mentira y verdad a partes iguales. ¿Es así cómo soy yo realmente? ¿O hay más que podría decir sobre mí? ¿Mi yo del pasado, presente y futuro son el mismo?

Esto último es la mayor enseñanza que he aprendido a la hora de tener que hacer una descripción de mí mismo. Me he dado cuenta de que aquel Pedro de 2 ó 3 años que disfrutaba del mar y que jugaba a la pelota cada día, tiene poco en común con el chaval que le costaba relacionarse con los chicos de su edad en la escuela y mucho menos aún con el joven que se pasa el día soñando y trabajando con personas de todo el mundo (creo que lo único que ha permanecido conmigo es el amor por el mar). Todos ellos, sin embargo, tienen una cosa en común: sin esa versión tuya anterior, la que está hoy no podría existir. Hoy sé que soy como os he contado en esta entrada pero no sé como seré el día de mañana. Somos seres cambiantes, que nos amoldamos al entorno y nos transformamos a través de las experiencias vividas. Hace dos años no quería llegar a ser capitán (el escalafón más alto abordo) y hoy es algo por lo que estoy luchando y trabajando duro. Tiempo atrás, estaba obsesionado con ser el mejor y más listo de la clase, y hoy lo veo como algo absurdo y carente de sentido. Hubo un tiempo en mi vida en que odiaba el reggaetón y hoy hay algunas canciones que me gustan mucho. Llegué a creer en dios y ahora no sé ni qué es dios para mí y ni sabría cómo definirlo. Pensaba que había una sola definición para la palabra amor y resulta que hay varias y que no es ninguna cursilada sino que, ahora mismo, obrar desde el amor es una de mis máximas. Quiero decir, ¿cómo podemos definirnos si estamos cambiando a cada momento?. 

Yo creo que hoy en día hay una serie de valores que rigen mi vida y sé que hay un camino que quiero recorrer. También sé qué caminos no quiero recorrer bajo ningún concepto. No obstante, y por la naturaleza impredecible de la vida, sé que habrá cambios de guion. Creo que de eso va la vida, en sorprenderte al mirar atrás y darte cuenta de lo extraordinario que ha sido no sólo ver cómo hemos crecido sino, también, de reconocernos como auténticos extraños quienes han compartido una vida que nos ha cambiado por dentro y por fuera. De esta forma quiero poner broche final a esta breve descripción de mi persona definiéndome, y por ende llevándome la contraria hasta ahora y limitándome por el resto de mi vida, a ser una persona que está a medio camino entre lo que quiere ser y lo que llegó a ser, permaneciendo siempre en este camino interminable, una veces más cerca del final y otras veces más cerca del principio. 

Gracias. 

domingo, 1 de octubre de 2023

El valor del tiempo.

El tiempo es valioso pero, no se puede comprar. Es también un tesoro que no se puede atesorar. De la misma forma que vino, se fue. Es efímero y eterno a la vez. Nos puede matar de la espera pero también, curar si se tiene paciencia. Creemos tener suficiente hasta que un día vemos que todo era una cuenta atrás sin freno de mano y a todo gas. Y, por supuesto, el tiempo es codiciado porque tiene un valor inmenso. 

¿Cuánto vale tu tiempo? ¿Vale más que el mío o menos? ¿Crees que le damos el valor merecido que tiene?


Hace unas semanas me desperté bastante molesto conmigo mismo. Llevaba ya tiempo sin sentir que los días tuvieran sentido. Me despertaba y procrastinaba. Estaba sumergido en una rutina de la cual acababa triste y desmotivado. Esos sentimientos iban en aumento a medida que los días se repetían. Era un efecto en cadena porque cada día era más difícil salir de ese bucle ya que todo empeoraba y yo me sentía cada vez más frustrado y cansado. Para que podamos entendernos, para mí la vida tiene sentido cuando lo que estoy haciendo tiene valor. Ese valor es lo que dota a la vida de significado. Vale, estoy haciendo esto porque voy a sentirme realizado al final del día. Hoy salí a pasear porque veo que me relaja y a la vez me despeja la mente. Quiero estudiar esta materia porque sé que me ayudará en el trabajo a ser mejor. Es un proceso mental que realizo casi siempre, en el que analizo la situación y entiendo que todo esto tiene un propósito y un significado detrás. A la larga, una vida plena es aquella en la que te has fortalecido como ser humano a nivel personal y a nivel social. Creo que jugamos un papel en el que nosotros somos grandes responsables de nuestra felicidad, crecimiento personal y papel en la sociedad. 

Dicho esto, me había vuelto una persona descuidada que hacía cosas que no tenían ninguna importancia para mí y que simplemente me daban placer inmediato. Desde perder el tiempo en internet (redes sociales, YouTube, etc) hasta pasarme días sin hacer nada más que estar en la cama por el simple hecho de estar 'cómodo y a gusto'. Llega un punto en que pierdes capacidades y facultades que antes veías cada día en ti. Pierdes las ganas de aprender y la valentía por ir más allá de lo que ya sabes hacer. Te deterioras por dentro y por fuera. Entonces, me desperté un día muy cansado de llevar esta vida sin sentido y comencé a poner orden de nuevo. Siendo sinceros, no hice nada especial sino que comencé a dar pequeños pasos en la dirección adecuada. Cuando uno se cansa de llevar un estilo de vida así es todo más fácil porque ya has dicho 'basta' y lo siguiente es llevar esa rabia a acciones que importen. Es de esta manera que de este proceso de cambio aprendí varias cosas:

Dejé de pensar que lo que le pasa a los demás no me va a pasar a mí. Yo era de la mentalidad de que aquello que vemos en las noticias o escuchamos de los demás es parte de una obra teatral que se queda ahí. 'No me voy a preocupar porque yo sé que esas cosas no me van a pasar a mi, yo sé lo que hago y me conozco muy bien'. Esta es una forma de pensar muy ingenua en la que creemos que, por alguna razón, somos los protagonistas que siempre saldrán triunfantes de cualquier situación. La verdad es que, desde hace un tiempo para acá, soy más consciente del privilegio que tengo por existir y no solo eso, sino porque puedo disfrutar de la vida al máximo. ¿Estaba realmente disfrutando de la vida al máximo? No, porque das por sentado ciertas cosas y no pensamos que somos frágiles y que nuestro tiempo es breve. Desde entonces, soy más consciente de la fragilidad de la mente humana, de lo fácil que es caer en bucles y vicios y de que el mundo y la vida no tienen favoritos. Es por eso que he aceptado la vida tal como viene y a su vez, quiero creer que soy la persona más privilegiada del mundo por simplemente estar aquí. 

Averigüé que tengo (y tenemos) la atención mermada y nos han arrebatado la capacidad de concentrarnos. Yo veo el mundo acelerado. Veo que todo a nuestro alrededor es cada vez más externo y extraño a nosotros. Esto se debe a que la vida transcurre en pantallas e internet. Veo como la vida tiene que ser documentada y expuesta pero, no disfrutada y vivida. Salgo a la calle y me siento incómodo. Es hasta preocupante muchas veces. Sin embargo, llegó un día en que me di cuenta de que yo era parte de todo eso. Vi cómo entraba a Twitter más veces de las que eran necesarias. Veía como decidía invertir más de mi preciado tiempo mirando pantallas y menos en mirar al mundo que está ahí fuera. Perdía la capacidad de atención. Para mí todo tenía que durar menos de un minuto, rápido, digerido y al grano. No profundices porque no soy capaz de seguirte. Lo siento, para mí la vida se ha convertido en estar pero no estar. ¿Desde cuando no era capaz de leer un libro por más de una hora y en que mi mente no se distrajese cada minuto en pensar en videos y chorradas que no me importan? Yo quiero tener una vida plena y eso implica estar presente, poseer todas mis capacidades y sentir no estoy escapando de un incendio. No quiero sentirme ahogado. Puedo vivir tranquilo y sosegado y eso es lo que quiero de ahora en adelante.

Aprendí a que no todo lo que hacemos tiene que ser enfocado como 'productivo o no productivo'. Hace unas tardes atrás, estaba en mi casa y sentí que no estaba aprovechando el tiempo. Simplemente, estaba sentado en mi escritorio sin hacer 'nada'. Había terminado de consultar unas cosas en internet y sentía que hasta un rato más tarde no tenía nada más que hacer. No tenía un plan ni ninguna meta. Y en vez de enojarme y frustrarme, seguí ahí con mis pensamientos, sin hacer nada. Esto parece contradictorio con la idea de hacer las cosas que siempre te aportan algo, que tengan valor pero, esto es una de las cosas que me di cuenta de que estaban mal: No todo tiene que ser medido ni cuantificado en una tabla de valor/productividad. Esa tarde estaba feliz porque llegué a agradecer el tener tiempo para poder estar relajado, pensar en mi vida, en el día que había tenido y poder respirar sin agobios. Mi yo del pasado había llevado esos momentos de tranquilidad a un extremo insano en el que no hacía nada por defecto. Había tendido a relajarme demasiado y no sacarle el máximo partido a mi tiempo. Esta claro que la vida pasa y no para, tenemos que aprovecharla al máximo pero, ese 'al máximo' no significa siempre. Es bueno respirar también y darnos cuenta de que estamos vivos. 

Por último y aunque suena un poco a tópico, dejé de soñar y ponerme excusas. Es interesante cómo de pequeño había dicho tantas veces que cuando fuese mayor y tuviera dinero, viajaría y conocería otros lugares que siempre había querido visitar. Hoy, siendo adulto y con estabilidad económica, había pasado de tener ambición por salir ahí afuera a simplemente quedarme en la comodidad de una vida sencilla y simple. Mi yo del pasado estaría realmente decepcionado conmigo mismo. Tanto que pudiera haber hecho simplemente porque no tuve la convicción y la determinación suficiente para hacerme ese favor. Para cada ocasión tuve una excusa que en mi cabeza sonaba válida y real. ''Es que voy a gastar mucho dinero, es que mira cómo está el mundo ahora mismo. es que estoy mejor en casa, es que...''. Si tenemos la oportunidad hay que aprovecharla y si pasa y se nos escapó, es preferible aceptarlo y no inventar justificaciones. Quiero pensar que cuando sea un señor mayor, habré vivido una vida con pocas excusas y muchos sueños cumplidos. 

El valor del tiempo es incalculable y somos nosotros los que podemos sacarle el máximo partido. Estas últimas semanas han sido muy reveladoras para mí ya que he visto que estaba encauzando mal mi vida y lo peor de todo, creía que mi vida era perfecta, tal y como yo quería, cuando en el fondo no lo era. Me he dado cuenta de muchas cosas que hacía mal y aún me quedan otras tantas porque todo esto es un aprendizaje continuo. Sé que no soy ningún sabio ni nadie especial pero, quería compartir aquello que he descubierto de mí y cómo he estado 'malviviendo'. Quizá aún me queda mucho camino para vivir plenamente pero, una de esas cosas que quería hacer y a la que siempre le ponía excusas era la de escribir y si estás leyendo esto, me alegra mucho porque entonces esto es una prueba de que realmente estoy intentando aprovechar mejor mi tiempo. 

Gracias. 

viernes, 13 de agosto de 2021

Mi compañera la ansiedad.

     Hoy, después de tanto tiempo, vuelvo a escribir. Durante estos últimos meses no he podido encontrar ese tema que me inspirase para poder coger lápiz y papel. Toda entrada empieza con una idea, una intención de contar algo o simplemente, de exponer tu forma de ver las cosas. Esto se ha prolongado con el tiempo hasta que me he dado cuenta de que aquello que me mantenía lejos del papel ha sido la ansiedad.

    A día de escribir esta entrada, llevo poco más de un mes en terapia para poder solucionar este problema. Bueno, de hecho, eso es lo que pensaba en un primer momento. La ansiedad 'es' un problema. Maldito problema que no me deja vivir en paz y me crea tantos malos momentos. Ese dichoso malestar en el cuerpo que me drena la confianza en mí y me hace sentir desgraciado sin importar si es lunes o miércoles. Ese cansancio que me carcome desde dentro después de un día entero en la cama por no encontrar motivos ni fuerzas para levantarme y dar un paso adelante. La decepción de no poder estar ahí por los demás porque ni tú puedes contigo mismo ese día. Es difícil, pues, empatizar con una compañera de viaje tan condenada y complicada como lo es la ansiedad. Es impredecible y exigente: quiere toda tu atención y que sepas que está ahí, como un niño tirando del brazo de su madre. Aún siendo ella la protagonista, trae consigo a otras amigas que también se manifiestan sin tú haberlas invitado: frustración, rabia, tristeza, miedo y también angustia (al menos las que yo he conocido). Sin embargo, la ansiedad está y estará presente por allá donde vaya. ¡Qué buena noticia!

  Una de las cosas más importantes que he aprendido con el tiempo es a dudar de todo lo que sé. No porque haya cambiado a ser una persona fácilmente influenciable o porque dude de mis creencias. Creo que todo merece una segunda opinión y, sobre todo, después de conocer un poco este mundo, me ha fascinado que las cosas se puedan hacer de tantas formas diferentes. ¿Por qué iba a quedarme con una sola? ¿No es más fascinante saber y aceptar que el mundo gira, no gracias a un solo visionario, sino a la unión de muchos de ellos? Entender esto me ha llevado a ver mejor los tonos de grises (y de colores) que tiene la vida, ya que no todo es negro o blanco. Y, de ahí, radica toda esta entrada: la ansiedad no es un problema, es una compañera de viaje

     Mira, puede ser que esto lo esté escribiendo un día en que la siento menos y me encuentro bastante animado. Quizá sea por es por lo que la llamo compañera y no problema. Aún así, estoy trabajando en ello, porque el cambio de semántica es muy grande. No obstante, ya la entiendo y es cuestión de tiempo que la acepte. Entiendo que sin ella yo sería más vulnerable porque no me prepararía para los peligros de la vida. Sin ella, sería una persona descuidada y negligente que no se preocupa ni por sí mismo ni por los demás. La ansiedad te prepara para que el mundo no te haga daño aunque al final suframos de ella. Pero vayamos al principio de todo: ¿De dónde surgió esto? Todo este viaje empezó porque hubo unas expectativas gigantescas que tenía que cumplir cada día de mi vida. De base tenía que ser buen estudiante, buen hijo, buen amigo, amable y servicial con todo el mundo, ser educado hasta roncando, ser un fortachón, ir a la mejor universidad y tener familia, trabajo y casa (y perro) a los 25, y sobre todo, no ser un mediocre (¡¡siempre tienes que ser el mejor!!). El camino del héroe versión moderna. Esta lista son las que yo opino que vienen de fuera, porque también están las que vienen de dentro y se suman a las demás, que esas varían según la persona y cada uno puede nombrar las suyas. En definitiva, no me vi capaz de cumplir toda esa lista porque yo no sabía ni quién iba a ser de mayor y ya se esperaban cosas de mí. Empezaba mal la cosa y yo solo quería descubrir mi rumbo en la vida. 

     A mí todo esto me fascinó. Realmente, la ansiedad ha existido desde que vivíamos en cuevas y era (y es) una respuesta ante la lucha y/o huida. Antes, teníamos peligros alrededor nuestro todo el rato, desde tigres, frío, hambre y otros muchos que desconocíamos. Teníamos que estar en alerta y la ansiedad era la que detonaba la alarma interna en nuestro cuerpo. Como veis, la ansiedad tiene un propósito, que es el de protegernos. Y esa misma sensación ha evolucionado hasta hoy, en el que yo siento que hay un león tras cada rincón de mi casa. ''¿Dónde está el león Pedro?'' es lo que suelo decirme cada vez que tengo estos temores. Temores que son infundados ya que, el león no está pero parece que lo veo. Y es aquí donde recuerdo que la ansiedad es mi compañera de viaje. No porque quede bonito al escribirlo ni porque quiera suavizar la forma de enfrentarme a este tipo de situaciones. Es una compañera de viaje porque estará siempre conmigo y no ser irá (menos mal). Me ayuda a afrontar los peligros y riesgos de la vida. Es una respuesta más de mi cuerpo al igual que otras más que tenemos. Me ayuda a entender que el mundo no es un lugar sencillo en el que vivir. Al igual que no ponemos la mano en el fuego porque sabemos que quema, la ansiedad te permite evitar afrontar situaciones que podrían dañarte. Hoy pienso que muchos de nosotros padecemos del peor lado de la ansiedad porque realmente hay tigres y leones alrededor nuestra pero disfrazados, para que encajen en este mundo que aparenta ir hacia delante pero en el que todo se queda en la fachada.

     En el pasado no comprendía la ansiedad ni por qué tantas personas la sufrían. Con el tiempo, me he convertido en una de esos tantos humanos que se levantan sin fuerzas o que, en ocasiones, siente hormigueo en el pecho o que el corazón le va a mil por hora a las tres de la mañana. Y lo comprendo perfectamente. Llevaba años buscando una respuesta y tras sentir la ansiedad de primera mano, lo he entendido todo. La ansiedad está tan presente porque vivimos constantemente con peligros e incertidumbre. A medida que el mundo avanza, todo se vuelve más complejo, hay más incertidumbre, el camino de cada persona está cada vez más lleno de obstáculos que te incitan a pensar que estás más lejos de tus sueños. Duermes pero piensas en el mañana. Comes pero recuerdas el día pasado. Vuelves a casa del trabajo pero sigues en él de una forma u otra. Vives pero realmente sobrevives. ¿Cómo no vamos a sentirnos ansiosos?  

     Mi compañera de viaje, la ansiedad. Estamos aprendiendo a convivir juntos. Cada vez va mejor aunque nuestras primeras impresiones no fueran muy buenas. A menudo salgo a pasear y la siento pero enseguida la dejo hacer sus cosas, para no molestarla y que no se enoje. Últimamente no me visita mucho ni por las mañanas ni por la noches, cosa que solía hacer a menudo, pero, sé que en esos momentos en que el Pedro inocente piense que la vida va genial y suave, ella aparecerá y me dirá ¡Hey, prepárate que vienen curvas! De resto, intentamos vivir el uno con el otro de la manera más sana y apacible posible ya que ella, mi compañera de viaje, seguirá conmigo hasta que me haga un señor mayor con muchos años sobre mis espaldas. 



domingo, 1 de marzo de 2020

Madrid, qué bonita eres.

Llevo un rato intentado encontrar la manera de comenzar a contar mis historias por Madrid pero, me encuentro en una situación difícil porque no puedo escoger una sola anécdota con la que empezar y tampoco sería justo utilizar adjetivos porque no hay ni uno solo que englobe todo lo que ha supuesto Madrid para mí. Así que, como toda historia, sería bueno empezar por el punto de partida, ósea, por la idea inicial.

La idea de viajar a Madrid surgió 10 días antes de que todo esto ocurriera. En principio iba a ir acompañado y más tarde, surgió la oportunidad de ir solo. Dicen que viajar solo te vuelve más fuerte mentalmente y quería comprobar si eso era cierto. De esta forma, me apresuré a organizarlo todo: medio de transporte, hostal y lugares a los que ir. Fue un viernes cuando logré tener billetes de tren, hostal y una ruta por Madrid. He de decir, que me invadió la felicidad porque sentía que, a pesar de lo repentino de todo, necesitaba viajar solo y mi destino tenía que ser MadridY creo que, en efecto, estaba en lo cierto.

El 24 de febrero, lunes por la mañana, cogí el tren con destino a Madrid. La experiencia de viajar en tren fue algo nuevo para mí. Es tranquilidad y desconexión. Puedes relajarte observando el paisaje que va cambiando a lo largo de las vías del tren o puedes, simplemente, ver alguna serie o dormir un rato hasta llegar a la última parada. Los viajeros suelen estar de mejor humor que en los aviones y eso ayuda para entablar cualquier tipo de conversación. En pocas palabras, en el tren va todo sobre ruedas… o raíles, en este caso.

A mediodía llegué a Madrid, exactamente, a la estación de Atocha. ¿Cómo describir mis primeros minutos en la capital? Bueno, quizá podríamos decir que fue el comienzo de un sueño que duró 4 días y 3 noches. Todo lo que iba a experimentar fue un constante bombardeo de sensaciones nunca sentidas, ni por la vista ni por los demás sentidos. Describirlo es una cosa y vivirlo es otra. 

Tras caminar mis primeros 15 minutos por la ciudad, en los que vi la fuente de Neptuno y numerosos edificios que ya de por sí me enamoraron, llegué al hostal. Nunca me había hospedado en uno y creo que, tras la experiencia de Madrid, puede que repita otra vez. Mentiría si dijera que descansé plácidamente porque no fue así. Es complicado poder dormir cuando hay personas que salen y entran, tosen o se mueven demasiado en la litera encima de ti. Pero, quitando eso, es una opción barata para conocer personas, hacer actividades juntos y experimentar algo distinto a lo que es el hotel habitual. Al final, solo quieres una cama donde echarte un rato ya que, lo importante, no era tanto dormir sino visitar todos los lugares alucinantes que te esperan al llegar a un nuevo sitio. Y eso es lo que me aguardaba tras hacer el check-in y almorzar.

Como decía antes, todo era nuevo para mí. Antes había viajado a otros lugares pero siempre había sido por otras razones más allá del puro hecho de viajar. Este fue mi primer viaje llevado por el deseo de conocer y experimentar lugares nuevos. Y si me preguntan, creo que eso fue un factor importante para que pudiera admirar y disfrutar de cada rincón de Madrid. Algunos lugares del primer día fueron estos:


Mi gran suerte fue poder disfrutar de estos sitios junto con mi amiga de Madrid. A ella la conocí a través de internet y por compartir ciertos gustos en común, así que nunca nos habíamos visto en persona. Poder verla en carne y hueso, fue algo indescriptible. Para mí, fue la sensación de poder establecer una conexión o vínculo con una persona que hasta ayer, se había basado en mensajes de texto o videollamadas. Ahora era algo más, esa amistad había evolucionado. De estar lejos, a poder darnos un abrazo y tomar algo juntos… realmente fue algo especial y espero que no sea la última vez que pueda experimentar algo así con alguien. Y no solo eso, creo que Madrid va a ser especial para mí gracias a los buenos momentos que pasé con mi amiga. Fue mi guía pero, también una buena compañía. Siempre he dicho que los lugares son bonitos no por los monumentos o calles, sino por las personas que viven ahí, que al final consiguen ensalzar la belleza del lugar. Algo así me pasó a mí. 

Ahora en retrospectiva, pienso que haber estado 3 días solo por Madrid, sin nadie más, podría haber sido algo triste en cierta manera. No tener con quien expresar ni comentar lo que me parecían los lugares emblemáticos de la ciudad, no poder reír con alguien y tampoco haber podido compartir recuerdos con otra persona… definitivamente hubiera sido triste como poco. Por eso, ahora admiro a aquellos que viajan solo y consiguen disfrutar de sus viajes con su sola compañía y también, agradezco poder haber tenido la grandísima suerte de tener una amiga en Madrid que me enseñó todo lo bello que guarda la ciudad. Algunas fotos del segundo día son estas:


El tercer día llegó y en esta ocasión, lo disfruté solo. Como comentaba antes, estar solo en otros sitios puede ser triste pero, me mentalicé de que eso no ocurriera. Era mi último día en la capital y tenía la mentalidad de disfrutarlo a tope y poder visitar, por última vez, aquellos sitios que me habían robado el corazón aunque hubiera sido solo un poquito. Pude visitar varios museos y recorrer Madrid a mis anchas. Fue una mañana tranquila, en donde descansé en bancos porque el día anterior había caminado lo que no estaba escrito y mis piernas no querían repetir esa experiencia de nuevo. Por la tarde cogí el metro de Madrid y creo que, aunque había mucha gente y dentro del tren no había mucho espacio, la experiencia de viajar por el metro fue también alucinante. Me recordó a muchas escenas de cine y eso me hizo vivir la experiencia desde otra perspectiva, como si estuviera dentro de una película de Hollywood. Sin embargo, lo mejor del día fue ver, junto a miles de madridistas, la llegada del autobús del Real Madrid. Una vez más, fue una experiencia increíble e inolvidable. Fue gracioso cantar las canciones de los aficionados del Madrid aun siendo fan del Barcelona. Eso quizá gafó el partido y de ahí que el Madrid perdiera. Todo perfecto vaya.

Llegó el cuarto y último día, y ya tocaba poner fin al sueño de Madrid. He de decir que, a pesar de haber sido el viaje de mi vida, al tercer día estaba bastante cansado y con ciertas ganas de regresar a casa. No es que quisiera que aquello acabase pero, mi cuerpo estaba abrumado con tantas emociones y necesitaba volver a mi zona de confort para descansar. Así que, eso hice. Cogí el tren de regreso a las 11 de la mañana. Cuando iba de camino hacia la estación, pensaba una y otra vez que ojalá, esa no fuera la última vez que vería Madrid en persona. Es curioso, sentía nostalgia. No quería irme. Madrid fue especial para mí y despedirme de ella, fue como decir adiós a tu primer amor. Por supuesto que encontraré otros lugares que me enamorarán igual pero, dentro de mí, sentía que quizá ninguno lograría cautivarme y emocionarme tanto como Madrid y su belleza. Es por eso que, en el fondo, sabía que tarde o temprano, regresaría y podría volver a sumergirme en un nuevo sueño en donde volar por las hermosas calles de Madrid. 
Este sueño había acabado pero muchos más estaban a punto de comenzar. 

Oh, Madrid, qué bonita eres.

Hacia Madrid, y de Madrid al cielo.

domingo, 8 de julio de 2018

Opinar no es un choque de pensamientos.

En inglés hay término que es el de middle ground. Este concepto se utiliza en aquellas situaciones en las que hay dos opiniones opuestas y se intenta buscar un punto intermedio entre las dos. El término en sí parece bastante ilustrativo porque hace alusión a una especie de batalla entre puntos de vista en el que en algún momento hay que encontrar un terreno neutral. Como si se tratase de una especia de tregua. No obstante, hay algo que no cuadra del todo bien... ¿Dar una opinión significa entonces tomar parte en una especia de batalla de puntos de vista? ¿Un enfrentamiento de perspectivas para coronar a una vencedora? Realmente no.

Sobre el papel, la teoría dice que no. Opinar no debe ser un choque de pensamiento. No obstante, en la práctica cada vez se ve más a menudo que una conversación con dos razonamientos distintos acabe en una disputa entre amabas partes. Quizá sea cierto eso de que vemos el manifestar nuestras creencias como una batalla en la que tenemos que defender nuestras convicciones con lanza y escudo. Pareciera que si las dañasen, nuestro mundo alrededor se derrumbara sin ninguna esperanza restante. Si esa fuera nuestra visión de lo que es opinar, como cualquier otra persona no nos gustaría perder y por ello lo más probable es que al final nos invada la frustración y la rabia. Es ahí cuando opinar se puede convertir en una afrenta: ''¡Pero es que no es así!, ¡Cállate, no tienes razón!, ¡Eres un@ *****!''. La rabia es, en efecto, una emoción difícil de controlar. Ella siempre nos indica que tenemos alguna insatisfacción personal, algo no resuelto: dolor, expectativas no logradas, frustración... y el que nos conviene en esta ocasión, el sentimiento de inferioridad.

Nuestro principal problema es el choque entre el espíritu crítico y el derecho a opinar que tenemos como seres humanos. Es cierto que como persona somos libres de opinar. Tenemos voz y un trasfondo cultural que nos permite expresar lo que pensamos con cualquiera y en múltiples situaciones. Sin embargo, esto tiene un matiz muy importante y es el de opinar solo cuando la persona esté muy bien informada del tema en cuestión. A título personal, jamás podría hablar sobre las enfermedades más prevalentes en nuestra sociedad y su impacto en cada uno de nosotros, pero en cambio, sí podría hablar sobre los beneficios de hablar un segundo idioma. Todo se resume a que si no lo sabes, hay que decirlo sin rodeos: Perdona, pero no lo sé. A pesar de que es una frase corta, supone llenarse de valor y coraje para decirlo debido a algo que ya hemos nombrado: el sentimiento de inferioridad. Decía el famoso Stephen Covey que ''muchos de nosotros no escuchamos con la intención de entender sino con la intención de responder''. Ante este choque entre el derecho a opinar y el hecho de no saber suficiente como para expresar ideas coherentes sobre un tema, hacemos prevalecer el derecho a opinar aunque realmente no sepamos lo que vamos a expresar. De esta forma se forman conversaciones sin rumbo que suponen una autentica pérdida de tiempo. Es en situaciones así que lo mejor que podemos hacer es aprender. Y, ¿cómo aprendemos?
Pues escuchando.

Buda dijo una vez que ''Si tu boca está abierta, no estás aprendiendo''. Si no escuchamos, no estamos prestando atención ni a la conversación ni a la otra persona. Debido a que no queremos sentirnos inferiores, en seguida vemos la necesidad de mostrar a la otra persona que ella no es la única que sabe dar argumentos irrebatibles. Y en ese momento es cuando anteponemos el ''YO'' ante todo lo demás. En otras palabras, cuando asumimos que al entrar en una conversación no vamos a aprender algo nuevo, esa conversación no va a ser fructuosa. Y debería ser lo contrario. Toda persona que conozcas en la vida será experta en algo y probablemente ese algo será una materia que desconozcas. Incluso a veces, el objetivo no es ser más sabio en un área sino llegar a conocer mejor a la otra persona.

Pongamos que hay dos personas en un edificio contemplando un paisaje desde dos ventanas distintas: una persona lo hace desde una ventana limpia e inmaculada en un tercer piso y la otra persona desde una ventana llena de polvo y situada en el sótano. Al terminar, ambas personas comparten lo que han visto y observan que discrepan en casi todo. Lo normal sería pensar que una de las dos está equivocada pero ese no es el caso, porque el paisaje es uno y es absoluto, mientras que lo que sí varía son los ángulos o perspectivas desde donde observarlo. Saber por qué esa persona está en qué determinado piso nos ayuda a saber un poco mejor su razonamiento, background y visión del mundo. Es por ello que escuchar es una virtud que conlleva esfuerzo pero a la postre, numerosos beneficios.

En definitiva, dar una opinión no debería ser nunca un choque de posturas. Cualquier choque nos distancia y una buena conversación que se precie deber ser enriquecedora en cualquiera de los sentidos posibles. Mantener la compostura, saber de lo que se habla y escuchar deben ser los pilares que sostengan el diálogo.

''El arte del diálogo es el arte de escuchar y de ser escuchado''

domingo, 4 de febrero de 2018

El esfuerzo es mi estímulo.

Hace poco hablaba con una amiga de las ideas equivocadas que tienen los demás sobre mí. Realmente me dejó un poco en blanco porque me considero una persona que va a lo suyo: no le doy mucha importancia a la opinión de los demás excepto la que proviene de mi familia y de mis amigos cercanos. Voy a mi rollo dicho en lenguaje llano. De todos modos, es cierto que he notado que muchas personas piensan que lo que he logrado hasta ahora en mi vida es gracias a un talento que poseo. Y claro, eso desde luego no se acerca a la realidad. La verdad es que lo que me caracteriza realmente es que no paro de trabajar. 
El esfuerzo lo considero mi estímulo. 


Lo que me define plenamente es que siempre voy al límite. No sé hacerlo de otra forma. ¿Voy a estudiar para un examen? Quizá en mi cabeza solo esté el 10. ¿Voy a hacer 30 flexiones? Quizá mejor 40. ¿Necesitamos un gol para ganar el partido? Quizá piense que un hat-trick sea más espectacular. ¿Aún puedo hacerlo mejor y tengo energías para hacerlo? Muy bien, pues ahí estaré en modo de martillo pilón. Esto hace que nunca esté satisfecho con lo que he conseguido. En inglés se denomina tener una growth mindset o mentalidad en crecimiento. Todo lo que hago se puede asemejar a una carrera de atletismo: da igual lo mucho que haya conseguido o si parto en primer lugar. En mi cabeza estoy al mismo nivel que los demás y necesito ir al máximo si quiero ganar.
Aún hay margen de mejora y tengo que ir al límite de mis capacidades. 
Sé que puedo hacerlo mejor. 

No obstante, para ganar esa carrera necesito práctica. Nunca pienso en lo alcanzado en el pasado pero en cambio, tengo en mente todo lo que he practicado y luchado para estar donde estoy. En mi cabeza parto como el Underdog (aquel que menos opciones tiene de ganar una competición o partido) pero con plena confianza ganada de la práctica. En general, soy una persona bastante mediocre y por ello necesito practicar tantísimo para ganar y destacar. La palabra mediocre sin embargo, tiene connotaciones bastantes negativas pero realmente significa ''estar en la media: ni destacar ni estar por debajo''. La gran mayoría de nosotros debemos considerarlo antes de frustrarnos al pensar que no somos el nuevo superhumano. Puedes tener un don y ser inferior a los demás. Por ejemplo, puedes ser un genio tocando el piano, jugando al videojuego de moda o lanzando tiros libres en baloncesto. Si descuidas la práctica y el esfuerzo, al final los demás corredores te adelantarán, como siempre me digo a mí mismo. La práctica es lo que nos hace destacar y sobresalir. De ella aprendemos en qué áreas debemos mejorar y en cuales concentrarnos para evolucionar. La práctica es la diferencia entre quién lo logra y quién no, y la que nos hace controlar el fracaso.

Viste esa última palabra, ¿no? 'fracaso' Nuestra relación con él es la peor que podemos tener. Pensamos que debemos evitarlo y avergonzarnos de ello porque nos mirarán mal, hasta nosotros mismos lo haremos, pero es todo lo contrario. Cuando practicamos nos acercamos al fracaso. Fracasar significa ir hasta el límite donde tu cuerpo no es capaz de llegar pero al final hace el ajuste necesario para lograr superar sus límites. En el fracaso es donde están las lecciones, donde los más sabios se han convertido en lo que son. Aquellos que fracasan a menudo son los que realmente van en la dirección correcta y salen de la monotonía y de la comodidad. Por ello, toda acción que hagas en la que haya una alta probabilidad de fracaso significará ir un paso más allá de tu zona de confort y eso ya es admirable. Fracasar es necesario para crecer.

Entonces y concluyendo... ¿Por qué es mi estímulo? ¿Por qué me mantiene vivo y con energía?
Cuando me esfuerzo al máximo, estoy saliendo de mi zona de confort. Eso hace que me sienta orgulloso de mí porque es un logro ya de por sí y porque demuestra que tengo una gran determinación por triunfar. En ese proceso como es lógico pensar, fracasaré. Del fracaso es de donde aprendo las lecciones que me harán progresar, mejorar y desarrollarme. Y gracias a eso, una vez he aprendido de mis errores, voy a intentarlo una vez más.
Con más energías y determinación, como si de un trampolín se tratase.

Si siento que estoy por debajo de los demás, me esfuerzo aún más.
Si me siento decepcionado conmigo mismo, trabajo más duro.
Si siento flaqueza, me exijo el máximo de mí.
Si necesito motivación, el esfuerzo será mi estímulo. 

domingo, 4 de junio de 2017

Aquellos que escuchan.


En un mundo en el que las personas venden y compran sus sueños, circulan rumores por las calles de todos los países diciendo que escuchar se está convirtiendo en una cura contra numerosas enfermedades, que más que una cura, es un placer para que el relata y para el que pone el oído y el corazón. Hay rumores de que sigue habiendo gente que escucha, como forma de autorrealizarse y de sentirse recordada. Para ellos la vida seguirá siendo dos días, cierto, pero siempre habrá un pequeño momento que dedicar a aquellos que lo necesitan, así que, por favor, hagamos que dejen de ser rumores y sean realidad cotidiana, para que no caigan en páginas de mitos y leyendas.


Sin embargo, la realidad es bien distinta y... hoy siento pena porque no hay confianza, mas bien hay miedo a que una persona se abra y pueda sincerarse, para así encontrar ese desahogo emocional que todos necesitamos. Hay miedo por sentirse débil en tiempos donde prevalece el músculo y las palabras en forma de bala. Cuando no haya nadie que escuche, siempre habrá alguien que lo haga por esos que se ausentan: . Siempre serás esa persona que por muy lejos que vayas, seguirás a tu lado, para bien o para mal. El problema viene cuando la tristeza vence y la soledad ya no te trata bien, y nos ahogamos en nuestras propias lágrimas. Todo esto deriva, una vez más, del miedo a hablar. Miedo por aumentar el llanto y la tristeza, a raíz de buscar escucha. Dolor por no sentirte valorado y querido, porque crees que no hay una sola persona dispuesta a escuchar tu historia y que te tienda una mano.
Derrotado, finalmente, por el silencio.

No nacemos solos. No crecemos sin una familia. No aprendemos sin compañeros ni profesores.
Ni tampoco vivimos sin personas a nuestro lado.
No nos aislemos entonces.

Toda persona que admiro sabe escuchar. Por lo general, son seres que saludan con una sonrisa, caminan con la cabeza en alto y no dudan a la hora de hablar. Personas que han sabido valorar los detalles y regalos que la vida concede mientras otros solo siguen buscando debajo del árbol de Navidad en pleno verano. Es que son ellos los que saben lo duro que puede ser estar solo frente a miedos y sombras, porque han aprendido que nadie enseña a cómo vivir. Y si en cambio la vida les ha sonreído, son aquellos que intentan contagiar su suerte y su felicidad. No hay otra palabra mejor para calificarlos como de personas. Una persona es grande cuando perdona, cuando comprende, cuando se coloca en el lugar del otro, cuando actúa no de acuerdo con lo que esperan de ella, sino de acuerdo 
con lo que espera de sí misma. 

Por eso siempre que encuentro a alguien que me permite robarle un trocito de su tiempo, sé que estoy ante una gran, y sobre todo, maravillosa persona. Porque cuando alguien se siente escuchado se siente importante, con ilusión y sobre todo, con esperanzas, por el simple hecho de ver que esa persona quiere ayudarte y le eres importante. Ganas de sonreír, de cantar, de levantarse de nuevo (Como si fuera tan fácil a veces, ¿no?) y sobre todo, de ayudar a aquellos que necesitan ser escuchados, porque llegas a la conclusión de que el odio no puede expulsar al odio; solamente el amor lo puede hacer.

Cuando era pequeño me decían que escuchase a los mayores. A día de hoy lo sigo haciendo porque creo que aún conservo una pequeña parte inexperta dentro de mi que se siente como un niño, y quizá sea por eso que aún necesito escuchar para no sentir que me quedo entre las páginas de un libro que prometía ser un bestseller y se quedó en un promesa lejana. 
Es por esto que creo, y es más, afirmo que:

 La humildad y el saber escuchar no pasa por ser sumisos, callar y obedecer, sino se trata de saber, aprender, respetar y sobre todo, ayudar todo lo posible.