domingo, 8 de julio de 2018

Opinar no es un choque de pensamientos.

En inglés hay término que es el de middle ground. Este concepto se utiliza en aquellas situaciones en las que hay dos opiniones opuestas y se intenta buscar un punto intermedio entre las dos. El término en sí parece bastante ilustrativo porque hace alusión a una especie de batalla entre puntos de vista en el que en algún momento hay que encontrar un terreno neutral. Como si se tratase de una especia de tregua. No obstante, hay algo que no cuadra del todo bien... ¿Dar una opinión significa entonces tomar parte en una especia de batalla de puntos de vista? ¿Un enfrentamiento de perspectivas para coronar a una vencedora? Realmente no.

Sobre el papel, la teoría dice que no. Opinar no debe ser un choque de pensamiento. No obstante, en la práctica cada vez se ve más a menudo que una conversación con dos razonamientos distintos acabe en una disputa entre amabas partes. Quizá sea cierto eso de que vemos el manifestar nuestras creencias como una batalla en la que tenemos que defender nuestras convicciones con lanza y escudo. Pareciera que si las dañasen, nuestro mundo alrededor se derrumbara sin ninguna esperanza restante. Si esa fuera nuestra visión de lo que es opinar, como cualquier otra persona no nos gustaría perder y por ello lo más probable es que al final nos invada la frustración y la rabia. Es ahí cuando opinar se puede convertir en una afrenta: ''¡Pero es que no es así!, ¡Cállate, no tienes razón!, ¡Eres un@ *****!''. La rabia es, en efecto, una emoción difícil de controlar. Ella siempre nos indica que tenemos alguna insatisfacción personal, algo no resuelto: dolor, expectativas no logradas, frustración... y el que nos conviene en esta ocasión, el sentimiento de inferioridad.

Nuestro principal problema es el choque entre el espíritu crítico y el derecho a opinar que tenemos como seres humanos. Es cierto que como persona somos libres de opinar. Tenemos voz y un trasfondo cultural que nos permite expresar lo que pensamos con cualquiera y en múltiples situaciones. Sin embargo, esto tiene un matiz muy importante y es el de opinar solo cuando la persona esté muy bien informada del tema en cuestión. A título personal, jamás podría hablar sobre las enfermedades más prevalentes en nuestra sociedad y su impacto en cada uno de nosotros, pero en cambio, sí podría hablar sobre los beneficios de hablar un segundo idioma. Todo se resume a que si no lo sabes, hay que decirlo sin rodeos: Perdona, pero no lo sé. A pesar de que es una frase corta, supone llenarse de valor y coraje para decirlo debido a algo que ya hemos nombrado: el sentimiento de inferioridad. Decía el famoso Stephen Covey que ''muchos de nosotros no escuchamos con la intención de entender sino con la intención de responder''. Ante este choque entre el derecho a opinar y el hecho de no saber suficiente como para expresar ideas coherentes sobre un tema, hacemos prevalecer el derecho a opinar aunque realmente no sepamos lo que vamos a expresar. De esta forma se forman conversaciones sin rumbo que suponen una autentica pérdida de tiempo. Es en situaciones así que lo mejor que podemos hacer es aprender. Y, ¿cómo aprendemos?
Pues escuchando.

Buda dijo una vez que ''Si tu boca está abierta, no estás aprendiendo''. Si no escuchamos, no estamos prestando atención ni a la conversación ni a la otra persona. Debido a que no queremos sentirnos inferiores, en seguida vemos la necesidad de mostrar a la otra persona que ella no es la única que sabe dar argumentos irrebatibles. Y en ese momento es cuando anteponemos el ''YO'' ante todo lo demás. En otras palabras, cuando asumimos que al entrar en una conversación no vamos a aprender algo nuevo, esa conversación no va a ser fructuosa. Y debería ser lo contrario. Toda persona que conozcas en la vida será experta en algo y probablemente ese algo será una materia que desconozcas. Incluso a veces, el objetivo no es ser más sabio en un área sino llegar a conocer mejor a la otra persona.

Pongamos que hay dos personas en un edificio contemplando un paisaje desde dos ventanas distintas: una persona lo hace desde una ventana limpia e inmaculada en un tercer piso y la otra persona desde una ventana llena de polvo y situada en el sótano. Al terminar, ambas personas comparten lo que han visto y observan que discrepan en casi todo. Lo normal sería pensar que una de las dos está equivocada pero ese no es el caso, porque el paisaje es uno y es absoluto, mientras que lo que sí varía son los ángulos o perspectivas desde donde observarlo. Saber por qué esa persona está en qué determinado piso nos ayuda a saber un poco mejor su razonamiento, background y visión del mundo. Es por ello que escuchar es una virtud que conlleva esfuerzo pero a la postre, numerosos beneficios.

En definitiva, dar una opinión no debería ser nunca un choque de posturas. Cualquier choque nos distancia y una buena conversación que se precie deber ser enriquecedora en cualquiera de los sentidos posibles. Mantener la compostura, saber de lo que se habla y escuchar deben ser los pilares que sostengan el diálogo.

''El arte del diálogo es el arte de escuchar y de ser escuchado''

1 comentario:

  1. OMG, that's not what "middle ground" means! XP (a bad joke I thought would go well with the post).. Es que no encuentro el "me gusta pero que mucho" botón 😉👍

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