domingo, 1 de marzo de 2020

Madrid, qué bonita eres.

Llevo un rato intentado encontrar la manera de comenzar a contar mis historias por Madrid pero, me encuentro en una situación difícil porque no puedo escoger una sola anécdota con la que empezar y tampoco sería justo utilizar adjetivos porque no hay ni uno solo que englobe todo lo que ha supuesto Madrid para mí. Así que, como toda historia, sería bueno empezar por el punto de partida, ósea, por la idea inicial.

La idea de viajar a Madrid surgió 10 días antes de que todo esto ocurriera. En principio iba a ir acompañado y más tarde, surgió la oportunidad de ir solo. Dicen que viajar solo te vuelve más fuerte mentalmente y quería comprobar si eso era cierto. De esta forma, me apresuré a organizarlo todo: medio de transporte, hostal y lugares a los que ir. Fue un viernes cuando logré tener billetes de tren, hostal y una ruta por Madrid. He de decir, que me invadió la felicidad porque sentía que, a pesar de lo repentino de todo, necesitaba viajar solo y mi destino tenía que ser MadridY creo que, en efecto, estaba en lo cierto.

El 24 de febrero, lunes por la mañana, cogí el tren con destino a Madrid. La experiencia de viajar en tren fue algo nuevo para mí. Es tranquilidad y desconexión. Puedes relajarte observando el paisaje que va cambiando a lo largo de las vías del tren o puedes, simplemente, ver alguna serie o dormir un rato hasta llegar a la última parada. Los viajeros suelen estar de mejor humor que en los aviones y eso ayuda para entablar cualquier tipo de conversación. En pocas palabras, en el tren va todo sobre ruedas… o raíles, en este caso.

A mediodía llegué a Madrid, exactamente, a la estación de Atocha. ¿Cómo describir mis primeros minutos en la capital? Bueno, quizá podríamos decir que fue el comienzo de un sueño que duró 4 días y 3 noches. Todo lo que iba a experimentar fue un constante bombardeo de sensaciones nunca sentidas, ni por la vista ni por los demás sentidos. Describirlo es una cosa y vivirlo es otra. 

Tras caminar mis primeros 15 minutos por la ciudad, en los que vi la fuente de Neptuno y numerosos edificios que ya de por sí me enamoraron, llegué al hostal. Nunca me había hospedado en uno y creo que, tras la experiencia de Madrid, puede que repita otra vez. Mentiría si dijera que descansé plácidamente porque no fue así. Es complicado poder dormir cuando hay personas que salen y entran, tosen o se mueven demasiado en la litera encima de ti. Pero, quitando eso, es una opción barata para conocer personas, hacer actividades juntos y experimentar algo distinto a lo que es el hotel habitual. Al final, solo quieres una cama donde echarte un rato ya que, lo importante, no era tanto dormir sino visitar todos los lugares alucinantes que te esperan al llegar a un nuevo sitio. Y eso es lo que me aguardaba tras hacer el check-in y almorzar.

Como decía antes, todo era nuevo para mí. Antes había viajado a otros lugares pero siempre había sido por otras razones más allá del puro hecho de viajar. Este fue mi primer viaje llevado por el deseo de conocer y experimentar lugares nuevos. Y si me preguntan, creo que eso fue un factor importante para que pudiera admirar y disfrutar de cada rincón de Madrid. Algunos lugares del primer día fueron estos:


Mi gran suerte fue poder disfrutar de estos sitios junto con mi amiga de Madrid. A ella la conocí a través de internet y por compartir ciertos gustos en común, así que nunca nos habíamos visto en persona. Poder verla en carne y hueso, fue algo indescriptible. Para mí, fue la sensación de poder establecer una conexión o vínculo con una persona que hasta ayer, se había basado en mensajes de texto o videollamadas. Ahora era algo más, esa amistad había evolucionado. De estar lejos, a poder darnos un abrazo y tomar algo juntos… realmente fue algo especial y espero que no sea la última vez que pueda experimentar algo así con alguien. Y no solo eso, creo que Madrid va a ser especial para mí gracias a los buenos momentos que pasé con mi amiga. Fue mi guía pero, también una buena compañía. Siempre he dicho que los lugares son bonitos no por los monumentos o calles, sino por las personas que viven ahí, que al final consiguen ensalzar la belleza del lugar. Algo así me pasó a mí. 

Ahora en retrospectiva, pienso que haber estado 3 días solo por Madrid, sin nadie más, podría haber sido algo triste en cierta manera. No tener con quien expresar ni comentar lo que me parecían los lugares emblemáticos de la ciudad, no poder reír con alguien y tampoco haber podido compartir recuerdos con otra persona… definitivamente hubiera sido triste como poco. Por eso, ahora admiro a aquellos que viajan solo y consiguen disfrutar de sus viajes con su sola compañía y también, agradezco poder haber tenido la grandísima suerte de tener una amiga en Madrid que me enseñó todo lo bello que guarda la ciudad. Algunas fotos del segundo día son estas:


El tercer día llegó y en esta ocasión, lo disfruté solo. Como comentaba antes, estar solo en otros sitios puede ser triste pero, me mentalicé de que eso no ocurriera. Era mi último día en la capital y tenía la mentalidad de disfrutarlo a tope y poder visitar, por última vez, aquellos sitios que me habían robado el corazón aunque hubiera sido solo un poquito. Pude visitar varios museos y recorrer Madrid a mis anchas. Fue una mañana tranquila, en donde descansé en bancos porque el día anterior había caminado lo que no estaba escrito y mis piernas no querían repetir esa experiencia de nuevo. Por la tarde cogí el metro de Madrid y creo que, aunque había mucha gente y dentro del tren no había mucho espacio, la experiencia de viajar por el metro fue también alucinante. Me recordó a muchas escenas de cine y eso me hizo vivir la experiencia desde otra perspectiva, como si estuviera dentro de una película de Hollywood. Sin embargo, lo mejor del día fue ver, junto a miles de madridistas, la llegada del autobús del Real Madrid. Una vez más, fue una experiencia increíble e inolvidable. Fue gracioso cantar las canciones de los aficionados del Madrid aun siendo fan del Barcelona. Eso quizá gafó el partido y de ahí que el Madrid perdiera. Todo perfecto vaya.

Llegó el cuarto y último día, y ya tocaba poner fin al sueño de Madrid. He de decir que, a pesar de haber sido el viaje de mi vida, al tercer día estaba bastante cansado y con ciertas ganas de regresar a casa. No es que quisiera que aquello acabase pero, mi cuerpo estaba abrumado con tantas emociones y necesitaba volver a mi zona de confort para descansar. Así que, eso hice. Cogí el tren de regreso a las 11 de la mañana. Cuando iba de camino hacia la estación, pensaba una y otra vez que ojalá, esa no fuera la última vez que vería Madrid en persona. Es curioso, sentía nostalgia. No quería irme. Madrid fue especial para mí y despedirme de ella, fue como decir adiós a tu primer amor. Por supuesto que encontraré otros lugares que me enamorarán igual pero, dentro de mí, sentía que quizá ninguno lograría cautivarme y emocionarme tanto como Madrid y su belleza. Es por eso que, en el fondo, sabía que tarde o temprano, regresaría y podría volver a sumergirme en un nuevo sueño en donde volar por las hermosas calles de Madrid. 
Este sueño había acabado pero muchos más estaban a punto de comenzar. 

Oh, Madrid, qué bonita eres.

Hacia Madrid, y de Madrid al cielo.

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