domingo, 6 de noviembre de 2016

Días de lluvia.

Tras los primeros rayos de luz, comienza el día. Una y otra vez, siempre se repite. Una esfera enorme que nos da lo necesario para avanzar un día sí y otro también. Lo llamamos ''Sol'', ya que nos ofrece la luz de la vida. Con él vienen los cantos de los pájaros, los resplandores en los capós de los coches y las ganas del cielo de ser mar azul. Todo pasa del blanco y negro, a tener los colores del arco iris. El mundo es un lienzo, y el sol el pintor que conforma la obra y le da el poder para admirarla. 
Bendito seas sol que nos das todo, a cambio de nada.


Sin embargo, hoy, el cielo está oscuro. Poca luz entra por la ventana. Ya no se ven bermudas, camisas de asillas, ni tampoco hay reflejos en los coches, ni ganas de llenarlo todo de color azul. Simplemente, hoy el sol no está. Ya no nos quedan ni los resquicios de aquello que fue y que ya no es. De pronto, el mundo empieza a llorar por la muerte de su vecino más fiel y más grande. Cada gota caída del cielo golpea con más fuerza el suelo, como gesto de rabia e impotencia. Cada soplo de aire, es un suspiro del mundo por la pena que lleva consigo. Cada rincón azul del cielo es tapado por un trozo de nube con ganas de llorar.
 El mundo no sabe qué hacer, ya no tiene a su gran iluminador.

En la mayoría de ocasiones, cuando una persona llora, los demás vamos a consolarla. En este caso no, cuando el mundo llora, se siente solo, porque pocos saben qué se esconde detrás de un día de lluvia y qué representa cada gota caída. Detrás de la lluvia, se esconde una orquesta mundial. Aún hay algo de esperanza.

A medida que caminas y observas un día cualquiera de lluvia, te das cuenta de que los pájaros no se marchan en busca del sol, se quedan para cantarle una oda, con el objetivo de recordar y alabar su inestimable labor. Junto a los cantantes, de pronto se escuchan tambores en lo alto del cielo, que
provienen de los truenos, llenos de coraje y enfado. Sin dejar de caminar, y de prestar atención, podemos llegar a escuchar el tintineo procedente de las hojas, que al ver el mundo llorar, se les ha contagiado su estado de ánimo. Las hojas, y en general, las plantas, son muy sensibles. Pero no están solas contemplando el mundo, sino que de lo más arriba del cielo, se han dado cuenta de que hoy se está produciendo un gran espectáculo, y de ahí que aparezcan numerosos flashes en forma de rayos. Y es que el espectáculo es cada vez más intenso y hermoso, y a la actuación se unen vítores y aplausos procedentes de los silbidos del viento y de los chapoteos en los charcos.
Como actuación final, en el cielo lleno de nubes grises, aparece un rayo de esperanza en el que bajan tres ángeles dispuestos a usar el instrumento celestial, el arpa. Sutileza, paz para el alma y un toque a desconocido.
Es el culmen de la actuación del mundo para que vuelva su gran salvador.  

Y todo esto, bajo un fino y suave frío, que se palpa desde las manos hasta los dedos de los pies. Quizá porque el estado del mundo no es de euforia o porque observar tal espectáculo te hace quedar helado por el asombro. Tanto en el ambiente, como en el mundo, se nota cuando el sol se ha ido.

No obstante, hay algo que sí es seguro. Detrás de un cielo de nubes y de lluvia, siempre se esconde un cielo azul. En ocasiones, el cielo abre una pequeña parte de su manto de nubes para darnos una pizca de esperanza. Da igual si no lo ves hoy, mañana o la semana que viene, tarde o temprano, el sol volverá a aparecer, y ese mismo día, lo recibiremos entre sonrisas y alegría, porque el mundo sabe muy bien la gran importancia que tiene el sol, y al mínimo instante que desaparece, se llora por su ausencia. 

Al final es eso... Días de Lluvia.

¿Quién es el sol de tu vida, que sí se va no puedes reprimir unas lágrima y que simplemente su presencia hace tu vida cobre sentido? 

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