Tener tengo, pero no lo veo.
Al oculista voy, pero solo lloriqueo.
¿Será niebla espesa?
¿O más bien lluvia intensa?
Hay algo que no me hace ver lo que tengo.
En estos casos, renuncio al médico, al oculista y a los brujos.
Con suma ilusión, y mucha intensión, voy a visitar a mi abuela. Cuando llego a su casa, le toco en la puerta y me recibe con un abrazo interminable y con muchas palabras de cariño.
En ese momento, ya se me ha limpiado un poco la vista...
En el sofá nos sentamos y nos ponemos a hablar. Mientras hablamos, hay una parte de mi cabeza absorta en contemplar a mi abuela.
Tendría pocos años y empezó la vida con una guerra. A pesar de ello, trabajó y luchó, y además estudió lo que buenamente pudo. No pasó hambre pero vio lo que significa esa palabra: Necesidad. Conoció el amor verdadero y presume a menudo de ello. Pero por ser verdadero no significa que no haya despedidas, aunque el sentimiento siempre perdure. Aun teniendo a esa persona especial en la mayor parte de su vida, ella también ha conocido maravillosas personas, de toda cada clase y tipo. A todas les dedica un ''¡hola!'' al verlas por la calle. Ella estudió poco y sin embargo, educación no le falta. Don de gente podríamos decir: Sencillez, con una mezcla de simpatía y unos toques de sociabilidad. Y la verdad, podría añadir mucha energía y juventud, porque sí, será mi abuela, pero la mente la tiene fresca y ''amueblada'', como ella dice.
Su cuerpo y su alma llevan cada día el peso de más de setenta años. Y aún así, sigue siendo joven, alegre y está llena de vitalidad.
¿Cómo lo hace?

Me gustaría ponerme sus gafas, porque sé que con ellas se ve el mundo de otra forma:
No abundan los malos, sino los héroes.
No hay despedidas, solo hasta-luegos.
No se ven malas palabras, sino dedicatorias de mutuo aprecio.
Las gafas de mi abuela son las que hacen que ella sea feliz paseando y viendo el mundo desde un punto de vista muy hermoso.
Mi abuela es un tesoro de mi familia y un emblema. Todos deberíamos aprender de ella, afrontando la vida tal cual el destino nos la pone en el plato. Jamás perdamos la sonrisa, jamás perdamos las ganas de esforzarnos y de vivir plenamente y, jamás dejemos de valorar a nuestros abuelos, que con sus gafas, son capaces de cambiar el horrible mundo que hemos creado, en uno bello e increíble.
No abundan los malos, sino los héroes.
No hay despedidas, solo hasta-luegos.
No se ven malas palabras, sino dedicatorias de mutuo aprecio.
Las gafas de mi abuela son las que hacen que ella sea feliz paseando y viendo el mundo desde un punto de vista muy hermoso.
Mi abuela es un tesoro de mi familia y un emblema. Todos deberíamos aprender de ella, afrontando la vida tal cual el destino nos la pone en el plato. Jamás perdamos la sonrisa, jamás perdamos las ganas de esforzarnos y de vivir plenamente y, jamás dejemos de valorar a nuestros abuelos, que con sus gafas, son capaces de cambiar el horrible mundo que hemos creado, en uno bello e increíble.
¿Quieres ver el mundo más bonito a través de las gafas de mi abuela?
Dedicado a mi abuela que hoy es su cumpleaños. ¡Felices 75!
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