sábado, 30 de abril de 2016

Hoy di un paseo.

8:00. Veo un rayo de sol entrar por la ventana.
8:30. Los invitados del primer rayo hacen presencia.
Toca levantarse.
Me lavo la cara, desayuno y me visto. 
Llaves en mano, móvil en el bolsillo y preparado para salir. 
Son las 9:00.
Escalones abajo, veo alguien. Es un vecino.
- ¡Buenos días!
- ¡Buenos días!, ¿qué tal se encuentra? 
- Algo cansado, llevo tiempo sin dormir bien, preocupaciones y estrés son la causa.
- Vaya, qué mal, ojalá su vida fluya en otro sentido. Si necesita ayuda, cuente conmigo para solucionar sus problemas.
- No hace falta, joven, muchas gracias.

Tras una sonrisa complaciente, abro la puerta. 
La brisa me da un suave abrazo. El sonido de los pájaros me transmite paz interior. El sol brilla como nunca. Con este escenario me preparo para dar un paseo por el mundo.

Tras un breve espacio de tiempo, veo a un pescador. 
Vamos, ¡usted puede conseguirlo! - pensé.
Tras varias veces tirando y mucho esfuerzo, el pez salta a la barcaza.
Una trucha, sin duda, un pez precioso y muy rico.
El señor sonría de oreja a oreja, se nota la felicidad en su rostro, en su cara, en su cuerpo... en su alma. Viendo lo que transmite, me dispongo a seguirlo.

Río arriba, llega a un pequeño muelle. Prepara los cabos y se dispone a bajar. 
Después de caminar un buen trecho, llega a la terminación de un camino, que se adentraba en la selva virgen y dio como escena final, una cabaña.

En esa cabaña vive su familia. Y cómo no, lo reciben con los brazos abiertos, y en esta ocasión, se alegran aun más porque podrán comer. Sí, como lo oyes: tras semanas a base de pan y agua, hoy toca un buen pescado. Sin duda, una escena digna de filmar. Por ello, los del equipo de grabación no dudan en grabar la grandiosa escena. Parece increíble que en medio de la selva, haya un equipo de televisión con el objetivo de grabar a un pescador.

Es por ello que mi atención se centró en el director, que casualmente va a salir volando a la sede principal del programa. Sin que me vean, me infiltro en el helicóptero. Soy muy curioso la verdad.
Después de un rato, que me pareció bastante largo, aterrizamos. El director se dispone a entrar en el gran edificio, y una vez más, consigo adentrarme como un ninja. 

De pronto, veo gente muy bien trajeada y con muchos maletines. Sin darme cuenta, mis pies me llevan en frente de una gran reunión donde parece que las cosas no van bien. Discusiones, gritos y cabreos. Un hombre sale decaído, triste y con lagrimas entre los ojos. El hombre llega al aparcamiento. Se sienta en su coche, coge el teléfono y se dispone a hacer una llamada. A medida que la conversación va creciendo, el pobre hombre se va viniendo cada vez más abajo. Por lo poco que escuché, lo acababan de despedir y en esta ocasión, su familia no lo va a recibir con los brazos abiertos. 

No puedo seguir viendo este escena y mis piernas, sin yo ordenárselo, empiezan a correr y me llevan a la estación. Estoy muy cansado y por eso mismo, me siento en un banco. 
Quedan 3 minutos para que salga el tren. Tecleos, risas, caras serias, perfumes con olor a éxito y otros con esencia a comienzo. Qué mezcla de sensaciones. Sin darme cuenta, el tren llega. Subo. Me vuelvo a sentar. A mi alrededor hay una ventana y mi mirada se dispone a observar el paisaje: Edificios repletos de ventanas, carreteras de humo y contaminación, multitud de personas cruzando la calle... pero el tono gris de la cuidad cambia a verdor... un verdor proveniente de árboles, arbustos y flores. Una explosión de colores que parece un cuadro. Ante tal escena, me vuelve a entrar tranquilidad.

De pronto oigo un sonido indicando que mi parada es la siguiente. 
Camino y camino sin saber a donde ir, pero en esta ocasión, acabo en un parque. Hay muchos columpios y toboganes. Vaya, esas palabras no las usaba desde hace tiempo, desde cuando era niño. Un sentimiento de nostalgia me recorre el cuerpo. Desde las piernas, haciendo parada y trasbordo en el corazón, hasta llegar al cerebro. Me emociono sin darme cuenta... quizá por un cúmulo de sensaciones en un día un poco cargado, añadido a la esencia de niñez que se huele en el parque.



Una vez más, mis piernas poseen un motor independiente a mi y han puesto nuevo rumbo. Parece ser la última parada, porque el cansancio es demasiado. Esta vez llego a una residencia de ancianos.
Siendo sinceros... nunca me han gustado estos lugares, porque son muy solitarios y me transmiten tristeza. No obstante, observo algo: Hay un grupo de personas mayores reunidas en torno a una niña pequeña. Me dispongo a ver de que se trata, y a medida que me acerco, voy escuchando una melodía, que proviene de un piano. Mis piernas se paran y el tiempo también. El sonido del piano une a las personas, les da alas y fuerzas para poder seguir viviendo. Es posible que la mayoría de ancianos no hayan recibido una visita hoy, pero siempre tendrán a personas como la niña, capaz de hacerles llegar su música a cada uno de ellos, porque ese es el objetivo de ella, entregarles una parte suya que pueda hacerles sentir de nuevo jóvenes y solo por hoy, y solo hasta mañana, acompañarles, y así poder llenarles el alma. 

Tras secarme las lágrima de la emoción, cojo un taxi y regreso a casa. Le pago al taxista y le deseo que pase un buen día. Un, dos, tres, cuatro... y quince pasos. Me encuentro delante de mi edificio, de mi casa. Saco las llaves y abro la puerta. Doy dos pasos y me fijo en que noto la misma sonrisa complaciente. Sorprendido, veo al vecino de esta mañana. Sin saber muy bien qué hacer, miro el reloj: las 9:00
¿Qué ha pasado? 

Simplemente he parado el tiempo para observar. A diario nos surgen numerosos problemas, obstáculos capaces de no hacernos dormir, como le pasa a mi vecino. O incluso hay problemas tan graves como perder el trabajo. Pero no por ello debemos tirar la toalla. El mundo gira aunque nosotros no nos demos cuenta y en este mismo instante, ocurren miles de millones de eventos mucho peores que los que nos pasan a nosotros. Los contrastes del mundo son reales y los podemos ver simplemente dando un paseo. Gracias a dios, hay momentos en los que simplemente con el apoyo de alguien o escuchando un melodía con sentimiento, podemos mover las montañas. 

Hoy he visto el mundo tal cual es y he acabado muy cansado. Es hora de descansar. 

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